Entrevistamos a Natalia Navarro Sosa por el Día Mundial Mujer Rural
Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer Rural el pasado 15 de octubre, desde el Consejo de Cooperación Bibliotecaria, en el marco del Grupo de Trabajo Estratégico del Plan de atención al mundo rural, iniciamos un ciclo de entrevistas a bibliotecarias de pequeñas zonas rurales de las distintas Comunidades Autónomas.
Hoy entrevistamos a Natalia Navarro Sosa, de la Biblioteca Pública Municipal de El Paso – Antonio Pino Pérez (Santa Cruz de Tenerife, Canarias). A pesar de ser la única encargada de la biblioteca, ha conseguido convertir el centro en un punto de referencia para toda la comunidad y contar con apoyo municipal. Sus actividades prestan especial atención a difundir la lectura entre las familias y los lectores infantiles.
- ¿Podrías hablarnos sobre las características particulares de la comunidad en la que trabajas y cómo influyen en tu labor como bibliotecaria?
- El papel de las bibliotecas en el desarrollo de las comunidades rurales es fundamental. ¿Qué opinas sobre el impacto que tienen las bibliotecas en el progreso de tu comunidad en particular?
- Tenemos entendido que trabajas sola a cargo de la biblioteca. ¿Consideras que falta personal bibliotecario en las zonas rurales?
- Sabemos que te enfrentas a muchos desafíos como bibliotecaria en una zona rural. ¿Podrías compartir con nosotros cuáles son los retos más significativos que has experimentado en tu trabajo?
- Las mujeres desempeñan roles diversos pero cruciales en las comunidades rurales. ¿Cómo se brinda apoyo específico desde la biblioteca para empoderar a las mujeres en tu área?
- ¿Podrías compartir una experiencia o anécdota sobre cómo la biblioteca ha beneficiado de manera significativa a las mujeres en tu comunidad rural?
- En el contexto de la educación y la alfabetización, ¿cómo crees que las bibliotecas contribuyen al empoderamiento de las mujeres en tu comunidad?
- ¿Realizáis actividades de dinamización lectora especialmente para el público infantil? ¿Crees que la biblioteca puede “retener” a la juventud en los pueblos?
- La colaboración y las asociaciones son clave para lograr un cambio sostenible. ¿Cuál consideras que es el papel tanto de la biblioteca como de otras instituciones locales en la promoción de la igualdad de género en las zonas rurales?
- Hemos oído hablar del Compromiso de Urueña que se compromete a la misión y del desarrollo de la biblioteca rural en la España actual. ¿Podrías darnos tu opinión al respecto y cómo crees que podría inspirar a otras comunidades?
- En el marco del Día Internacional de la Mujer Rural, ¿consideras que hay alguna reivindicación o mensaje que te gustaría compartir en tu papel como bibliotecaria?
- Para finalizar, ¿qué mensaje o consejo te gustaría transmitir a las mujeres en zonas rurales que puedan estar enfrentando desafíos similares a los tuyos?
La primera peculiaridad es la dispersión. El Paso es uno de los municipios de mayor extensión de la isla, el único que no posee costa y que alberga el Parque Nacional de La Caldera de Taburiente. A esto le unimos que tenemos una significativa colonia de alemanes, una parte importante jubilada, bastantes migrantes latinoamericanos en su mayoría descendientes de familias canarias, ingleses, italianos y otras nacionalidades más testimoniales que enriquecen y singularizan nuestra comunidad.
El hecho de que la población esté disgregada ha posibilitado que este año De camino, Cuento −una iniciativa que une narración y lectura− se haya movido por tres de los siete barrios que constituyen el municipio para acercar a estos núcleos una pequeña parte de la biblioteca. Esta acción se programó para ejecutarla a lo largo de 2023, descansó en agosto y se ha retomado en septiembre. Cada sábado está en un punto diferente, la encargada de las sesiones de cuentos es Elena Revuelta y si bien en cada lugar la afluencia no es constante, es muy importante dar continuidad a este tipo de proyectos para que se asienten y generen hábito. Si no existe el servicio, desde luego que no se va a utilizar.
En los entornos rurales, las bibliotecas son la puerta de acceso a la cultura y a la educación; internet ha facilitado la formación universitaria y la complementaria, aunque no todos los hogares tienen este recurso y por eso es fundamental el papel de las bibliotecas que tienen el deber de ser guía, acompañamiento y ayuda en ese proceso de aprendizaje.
Respecto a la cultura, las bibliotecas del siglo XXI además de lectura, que también la ofrecen y en sus diferentes formatos, analógica y digital, tienen que procurar que la ciudadanía disfrute de espectáculos de variada índole: narración, teatro, clubes de lectura, talleres de escritura, poesía o incluso de bricolaje ¿por qué no? Si no lo programan las bibliotecas, ¿quién lo va a hacer? Con esta perspectiva, se convierten en centro neurálgico y dinamizador de la comunidad en la que se encuentran.
No conozco todas las realidades, pero puedo hablar de las más cercanas y, sí, falta personal que además tiene que estar cualificado. Por otro lado, las más pequeñas no cubren más que media jornada o días alternos y en ocasiones, con voluntariado de manera que se está privando a parte de la población de este servicio.
Existen municipios que incluso tienen la idea equivocada de que las bibliotecas son espacios para la comunidad educativa cuando son mucho más; nos hemos convertido en espacios por y para la ciudadanía. No sólo hemos abierto las puertas para quien quiera disfrutar de todo aquello que ofrecemos, que es mucho y variado, sino también le permitimos que nos proponga qué quiere para su biblioteca a través de los Laboratorios Bibliotecarios.
Comentaba al comienzo de la entrevista que la población está bastante disgregada y en ese aspecto, resulta difícil llegar a todos los lugares. No tenemos las distancias que puede haber en el territorio peninsular y, aun así, quedan personas a las que no satisfacemos. Tenemos mucho trabajo por hacer.
Vista con perspectiva, nuestra profesión sabe superar las adversidades: nos mantuvimos a flote cuando nos azotó lo más duro de la crisis a finales de la primera década de este siglo, ofrecimos cultura de calidad y segura, durante el confinamiento, cuando las restricciones sanitarias nos lo permitieron.
Las tres bibliotecas del Valle de Aridane: Tazacorte, Los Llanos y El Paso mantuvimos el servicio todos y cada uno de los días que duró la erupción volcánica del Tajogaite pero no se nos considera un servicio esencial. ¡Una pena!
La biblioteca cuenta con una amplia programación cultural abierta para toda la ciudadanía, pero también es verdad que algunas acciones se han convertido en espacios habitados sólo por ellas, lugares seguros para departir, compartir, escuchar y ser oídas. Reuniones en torno a la lectura y la escritura que cada quincena reúne a un grupo de mujeres de diversa procedencia, generación o profesión con una inquietud común: los libros.
Contamos con la colaboración de dos magníficas profesionales Patricia Figuero y Julieta Martín Fuentes. Una y otra dinamizan los encuentros y son excelentes coordinadoras que traen autorías, juegos y propuestas que no dejan indiferentes a ninguna. Hemos contribuido a forjar unos vínculos que quizás no hubieran sido posibles en otras circunstancias.
No sé hasta qué punto en las grandes o medianas ciudades se pueden establecer lazos entre el público que acude con regularidad a las instalaciones. Aquí es frecuente, sobre todo con señoras no acompañadas, con familiares en la distancia o con muchas ocupaciones. Buscan refugio en los libros. Necesitan ser escuchadas. En esos casos me paro y les dedico todo mi tiempo sin importarme lo pendiente. He conocido a mujeres maravillosas con historias difíciles y a otras que quizás tuvieron más suerte. ¿Quién empatizará con aquellas que habitan en regiones donde no les prestan oído para compartir gracias y desgracias?
Creo que lo referí al principio, nos compete acompañarlas en el proceso de aprendizaje, pero no de forma puntual sino a lo largo de la vida. No todas las mujeres han tenido las mismas posibilidades y oportunidades y nunca es tarde para emprender un proyecto de estas características. Estamos para guiar, ayudar y acompañar.
En la era de la información, estamos más desinformadas que nunca, pero las personas que trabajamos en bibliotecas conocemos los recursos que ponen freno a este problema y tenemos que contribuir a paliarlo. Sin embargo, mucha gente y en especial las mujeres, por pudor, no se deciden a dar el paso.
Que gran desafío, la verdad.
En La Palma más allá de la Escuela de Enfermería o la UNED no se pueden cursar estudios universitarios. La formación profesional podría ser otra opción, sin embargo, no todos los ciclos formativos están implantados en la isla, lo que impulsa a esta franja de población al desplazamiento y, quizás, al no retorno.
Vivimos tiempos difíciles y tras la erupción volcánica, la situación se ha recrudecido. Es cierto que hemos recibido cuantiosos paquetes de ayudas que han generado mucho empleo y la juventud también se ha beneficiado al respecto, pero me pregunto si esta gente se reenganchará y terminará de formarse una vez concluyan sus contratos. Una cuestión importante sobre la que reflexionar y un desafío que afrontar por parte de quienes nos dirigen.
Tenemos que caminar de la mano y aunar esfuerzos para ir en una misma dirección.
Con anterioridad nombré El Valle de Aridane, pero no referí que es una parte de la isla, en la cara occidental, constituida por tres municipios −Los Llanos, Tazacorte y El Paso− que están relativamente cerca y que se retroalimentan desde el punto de vista socioeconómico y cultural. Las tres bibliotecas hemos colaborado en varios proyectos a lo largo de estos años y uno de ellos estuvo vinculado con la igualdad de género −creo que es muy importante insistir en la educación a temprana edad y con el apoyo de las familias.
De manera conjunta obtuvimos financiación externa para ejecutar unos talleres en los centros educativos desde la animación lectora. Hubo un compromiso posterior por parte del Cabildo Insular para dar continuidad a la iniciativa piloto, pero la crisis sanitaria estableció otras prioridades.
Llevamos mucho tiempo reclamando la necesidad de trabajar de forma colaborativa, no sólo entre nosotras, sino también con los servicios sociales. Esta biblioteca comparte proyectos con el área social del Ayuntamiento en materia de igualdad y también con los mayores, un colectivo potencialmente vulnerable al que deberíamos cuidar.
Ratifico cada uno de los diez puntos y siento una pena enorme al pensar que hace más de veinte años en esta isla, constituida por catorce municipios, algunos de los cuales tienen a penas dos mil habitantes, se hizo un enorme esfuerzo por dotar a cada uno de biblioteca. Espacios, fondo, formación para la persona al frente y programa de gestión. Hubo un tiempo en el que incluso se promovieron actividades de animación lectora. Fue una colaboración e implicación de las tres instituciones: local, insular y autonómica que con los años se fue desinflando de forma progresiva.
Muchos pueblos se esfuerzan por mantenerlas con mayor o menor consideración para la persona que la gestiona seguimos reivindicando la profesionalidad el sector−, sus partidas presupuestaras, programación, etc. Los hay que solventan el problema como pueden, con trabajadores de convenio o que compatibilizan sus labores con cultura…
Es imprescindible que firmemos compromisos como el que nos ocupa, sin duda alguna, pero se tienen que materializar y depende de la implicación de las dos partes: política y profesional.
Voy a alzar la voz por aquellas mujeres que en municipios pequeños hacen malabares para mantener el servicio bibliotecario pese a unas condiciones económicas muy precarias.
En ocasiones, la clase política no es consciente de estos esfuerzos porque no visita el espacio y lo que le puede llegar es la satisfacción de la gente que no ha conocido otros entornos mejores. Si calculáramos el coste de cualquier acción que ejecutáramos en la biblioteca por el público asistente comprobaríamos que el precio está totalmente justificado. En la mayoría de los casos son intervenciones pequeñas que tienen una gran repercusión pero que, si quien redistribuye los presupuestos no ha presenciado o simplemente no conoce, no va a destinar recursos al respecto.
Considero que tenemos una profesión con semejanzas en la docencia, podemos influir en la vida de las personas de manera muy positiva al acompañarlas en todo su proceso de formación que no termina cuando se incorporan al mundo laboral.
Como mediadoras de lectura, les guiamos en sus inicios y ofrecemos sus primeras experiencias culturales, cedemos un espacio para que se encuentren con sus semejantes cuando la edad reclama la pertenencia al grupo, pero mantenemos las acciones de animación en horario lectivo. En la formación no obligatoria recordamos nuestra disponibilidad y la mantenemos a posteriori para cualquier gestión. Asesoramos a las familias y reenganchamos a quienes relegaron el placer de la lectura por la falta de tiempo. Posibilitamos la democratización de la cultura y damos cobijo. Tenemos presente a la tercera edad en nuestra programación y receptividad cuando los proyectos son externos. Somos un servicio indispensable y en el caso de la rurales, la mayoría de las que sustentan el sistema así, ejercemos una gran labor, desempeñémosla con satisfacción.
Desde el CCB, queremos expresar nuestro agradecimiento por el entusiasmo y el gran trabajo de estas bibliotecarias. Las animamos y apoyamos en su continuo esfuerzo por llevar a cabo la importante labor que realizan.
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